De camino a Tulbagh, merece la pena hacer una parada en Riebeek Kasteel, uno de los pueblo más pintorescos de Sudáfrica (y no, no tiene castillo, aunque su nombre pueda dar lugar a confusión). Pasea por su encantador centro, entra en tiendas artesanales y boutiques, y haz una pausa para tomar café con vistas en el emblemático Royal Hotel (y su porche de madera) o en Eight Feet Village, un mirador en lo alto de la montaña con vistas a la región. Si te apetece algo local, deja el café y opta por alguno de los famosos vinos de Swartland… Al fin y al cabo, en Sudáfrica cualquier hora es buena para una copa de vino.